Seis décadas sin el Gorrión de París

El recuento de la vida y obra de una de las artistas más destacadas del último siglo; su armoniosa presencia, mirada esbelta, entrega escénica, dotada percepción y capacidad nata para transmitir emociones en cada interpretación.

IMG-20231019-WA0002 — Fuentes Imágenes: Pinterest, VIBES Noticias& rpp.pe Composición gráfica: @N3LSONSANDOVAL

Al recorrer la historia y centrarse en quienes han dejado una huella indeleble en la música internacional, no alcanzaría el tiempo para nombrar cada uno.

En cambio, si el enfoque es en aquellos cuya vida estuvo marcada, desde el primer momento, tanto por la tragedia, la miseria, la pérdida, la adicción y la resignación... una de ellas es Édith Giovanna Gassion, mundialmente conocida como Édith Piaf o Le Moineau de Paris: El Gorrión de París.

Nacimiento de un hito artístico y cultural

El 19 de diciembre de 1915, la República Francesa daría la bienvenida a una de las artistas más destacadas del último siglo; no solamente por su armoniosa presencia, mirada esbelta, entregada…también por su dotada percepción y capacidad nata para transmitir, en cada uno de sus temas, lo que sería una vida (corta, pero a la vez desgarradora) marcada por el sufrimiento, la desgracia y la enajenación moral, al grado que acabó tornándola en uno de los hitos artísticos y culturales que, hasta el día de hoy, continúa resonando en la memoria de muchos. Fundamentalmente, la de los amantes de clásicos.

Édith Piaf, dura vida personal y familiar

Hija de un acróbata y una cantante ambulante, para celebrar su nacimiento su padre se emborrachó y abandonó a su madre que, carente de recursos para criarla, no llegó al hospital a tiempo y por ende tuvo que dar a luz en la calle, debajo de un farol.

Más tarde se la confiaría a su madre, quien, en lugar de darle leche materna la alimentaba con vino, con la excusa de que servía para eliminar los microbios. Esto, más adelante, fomentaría sus problemas con el alcohol.

Un tiempo después se encontró nuevamente con su padre, quien se enlistó para pelear en la Primera Guerra Mundial y la dejó con su madre (quien sería su abuela paterna), quien dirigía un burdel en Normandía; por lo que la pequeña Edith pasaría a ser criada por las prostitutas.

A muy corta edad se salvó de quedarse ciega –pasó días con la vista vendada con un pedazo de tela por un problema en la córnea–, pero fue ahí mismo donde empezó a adquirir sus dotes para la música.

Tanto su abuela como el resto de las mujeres se daban cuenta y se lo hacían saber.

Dolor y visibilización de su talento

Otro gran dolor para ella fue dejar el prostíbulo al volver su padre y pasar a vivir la vida de los artistas de los pequeños circos itinerantes. Luego la del artista ambulante, independiente y miserable.

Ahí reveló su talento y su excepcional voz en las canciones populares que cantaba por las calles junto a su padre, tal como su madre lo hacía.

En 1929, a la edad de 14 años se separó de su padre y pasó a trabajar por su cuenta.

Inició como cantante allá por la Place Pigalle, Ménilmontant, y en los suburbios de París; en 1936 firmó su primer contrato con la discográfica Polydor Records y grabó su primer disco “Les Mômes de la cloche” (“Los niños de la campana”), lo cual la convirtió en un éxito mediático de manera instantánea.

Una estrella en el firmamento artístico

En marzo de 1937, debutó en el género de music-hall en el teatro ABC de París. Inmediatamente pasó a ser una estrella de la canción francesa, adorada por el público y difundida por la radio.

En 1940 triunfó en el Bobino con una pieza escrita especialmente para ella por Jean Cocteau llamada “Le Bel Indifférent” (“La Campana Indiferente”), que interpretó con éxito junto al actor Paul Meurisse.

Durante la ocupación alemana, en la segunda guerra mundial, cambió su nombre artístico de “La Môme Piaf” (“La Mamá Piaf”) simplemente por el de “Édith Piaf” y continuó dando conciertos sin ceder a la ocupación nazi.

Una protectora haciendo parte de la resistencia

Interpretó canciones con un doble sentido evocando la Resistencia, cuando compone "Tu es partout" (“Estás en todas partes”) en la que alude a la traición de un amante.

En este período tan difícil para todos los habitantes de Francia se erige como protectora de los artistas judíos, perseguidos por las autoridades alemanas.

Durante la guerra cantaba en los clubes y music-halls y ayudaba a los prisioneros a escapar.

En 1945 escribe la letra de "La Vie en Rose", o “La Vida en Rosa”, su canción más célebre que interpretó más tarde en la Comédie-Française.

Amores y desamores, una marca de vida

En 1933, a los diecisiete años, se enamoró de un mozo de recados, Louis Dupont, con quien poco después tuvo su única hija, Marcelle, que murió de meningitis con tan solo dos años de edad.

Su capacidad resiliente le permitió seguir adelante; a lo largo de su vida tuvo relación con personalidades como Marlon Brando, Yves Montand, Charles Aznavour, Theo Sarapo y Georges Moustaki, pero el más importante de todos fue el campeón mundial de boxeo Marcel Cerdan, de quien se enamoró como nunca antes había pensado.

Ese amor, irónicamente, pasaría a ser su mayor dolor. Ya que estando ella en Francia y Cerdan en Nueva York, subiéndose a un avión para reunirse con ella, el vuelo se descontroló y la tripulación entera cayó en picada sin sobrevivir ninguno al impacto.

La noticia terminó por derrumbar a la cantante, y a la vez la sumió en una profunda adicción a la morfina de la que nunca se recuperó.

El 9 de octubre de 1962, a los 46 años de edad, hastiada, enferma y adicta, se casó con Theo Sarapo, un cantante joven y apuesto de 26 años, y declaró que tuvo la impresión de que es como “un hijo que cuida a su anciana madre enferma”. A la vez cantaron en dueto, entre otras, "¿De qué sirve el amor?" ("À quoi ça sert l'amour").

En la cúspide y ocaso del estrellato

Para la década de 1950 su nombre resonaba en varios países, siendo considerada a su vez como un ícono parisino.

Pero su dependencia a las sustancias tóxicas, hacía rato que no pasaba desapercibida.

En 1959 se desplomó en una gira que realizó por Nueva York. Le costaba mantenerse de pie, su voz cada vez se oía más deteriorada, y le costaba horrores recordar la letra.

Había ingresado en un programa de desintoxicación cuyos pasos le costaba seguir, teniendo que soportar numerosas intervenciones quirúrgicas…su dependencia hacia la morfina era lo único que aseguraba (a duras penas) su éxito en los recitales.

Para inicios del ´60 parecía ser el fin de su carrera, cuando fue llamada por el productor Bruno Coquatrix para una serie de conciertos, tal vez los más memorables y emotivos en su trayectoria, en el Olympia de París, local que estaba bajo amenaza de desaparecer por problemas financieros.

Es en ese, su salón de espectáculos favorito, donde interpretó el tema “Non, je ne regrette rien” (“No me arrepiento de nada”), canción escrita por Michel Vaucaire y música compuesta por Charles Dumont en 1956, se adapta perfectamente a su persona.

Con ello salvó al Olympia.

La última canción

A principios de 1963 grabó su última canción “L'Homme de Berlín” (“El Hombre de Berlín”), escrita por Francis Lai (uno de los autores del final de su carrera) y M. Vendôme.

El 10 de octubre de 1963, la cantante falleció en Plascassier (municipio de Grasse en Francia), a los 47 años de edad a causa de un cáncer hepático.

Se cree que Sarapo condujo su cuerpo de vuelta a París de manera secreta para hacer creer que había muerto en su ciuda natal.

Fue enterrada en el cementerio de Père Lachaise, uno de los más celebres del mundo, no sin antes ser embalsamada; sus restos descansan junto a los de su padre Louis Alphonse y los de su hija Marcelle.

Sus últimas palabras fueron: “Cada maldita cosa que haces en esta vida, a la corta o a la larga te la hacen pagar”.

La Vida en Rosa

En 2007 la actriz francesa Marion Cotillard vuelve a darle vida al Gorrión de París en el film que lleva el título de una de sus canciones: La Vie in Rose, y es la primer artista de su nación en recibir todos los premios por su interpretación, incluyendo el BAFTA y el Oscar.

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