Colombia y su violencia anacrónica como nación

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La nación sudamericana desde su independencia ha tenido conspiraciones políticas con diferentes protagonistas, las injusticias y la violencia se han engendrado y han dado nacimiento siglo tras siglo a actores violentos e indefensas victimas que continúan padeciéndolas.

Fuente Imagen: circulodeanalisiseconomicodelderecho.wordpress.com
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Desde su origen Colombia ha estado viviendo historias violentas que se repiten, de generación en generación, como si la forma de pensar y actuar no evolucionara, parece detenida en el tiempo; los engaños, manipulaciones, injusticias y desigualdades acontecen desde sus primeros años y continúan presentes en la actualidad.

Colombia en los albores del siglo 19,  fue marcada por conspiraciones y traiciones en su nacimiento como República, cuando el federalismo y centralismo que pregonaban sus dos más importantes líderes Santander y Bolívar, los enfrentó en una lucha por el poder, llevando a fraccionar su relación, olvidando el trasegar de la gesta libertadora, la cual los había unido para derrocar al régimen opresor de España, valió más no apostar por los intereses colectivos, sino sobre los individuales, no pensar en un surgimiento fuerte como República, cada quien toma ventaja ante su par, años más adelante estas diferencias de ideologías desembocarían en guerras civiles, con un sinnúmero de muertes en la que el bando vencedor se daba el gusto de cambiar el nombre del país: República de la Nueva Granada, Confederación Granadina, Estados Unidos de Colombia, entre otros, fueron las denominaciones que se le dieron.

Empezando el siglo 20, se transmutó la contienda entre federalistas y centralistas hacia conservadores y liberales y como sus incompatibles diferencias los empujó a la guerra de los mil días, otra vez lo mismo, cada sector sembrando el odio hacia el otro, visiones egoístas en las cuales se aplicaba a la fuerza su doctrina sin detenerse a pensar si la del contrario merecía un espacio de respeto.

Finalizando la cuarta década del siglo 20 exactamente el 9 de abril de 1948, la animadversión y conspiración de nuevo toman partida haciéndose presentes en el magnicidio de un hombre nacido de la entraña popular y abanderado de la lucha por las injusticias y desigualdades: Jorge Eliecer Gaitán.

Se ha especulado por mucho tiempo la responsabilidad del crimen a un complot en el cual pueden estar inmersos sospechosos tales como la CIA, Fidel Castro, liberales radicales, conservadores recalcitrantes, como posibles verdugos, el  único culpable que se conoce es el joven Roa Sierra, que en los anaqueles de la historia lo describen como esquizofrénico y huraño, es increíble pensar que el crimen fue un acto aislado realizado sin motivación o influencia externa.

El crimen fue el detonante del llamado Bogotazo, una violencia descontrolada se vivió en sus calles, el pueblo reclamaba justicia y pedía la cabeza del presidente de turno, todo quedo en efervescencias e investigaciones exhaustivas, a partir de allí se genera una ola de terror entre liberales y conservadores sobre el sector urbano y el sector rural, produciendo desplazamientos y abandonos de tierras, al llegar los humildes campesinos a las ciudades, se ubican en los rededores de las mismas, dando nacimiento a los cinturones de miseria que hoy en día son el hogar de millones de compatriotas.

Toda esta violencia bipartidista tuvo un matizado receso, terminando la década de los 50, tras la firma del pacto entre liberales y conservadores que se llamó Frente Nacional, el cual propuso la alternancia del poder, pero excluyo de la participación a otras ideologías.

El país en fines de la década del 60 y décadas siguientes, conoce una nueva ola de violencia por parte de grupos guerrilleros, acciones urbanas y rurales por parte del M-19, FARC, ELN, EPL, Movimiento Quintín Lame, que mediante ataques a la población civil, tomas de pueblos, secuestros, extorsiones, fueron arreciando territorios en donde la presencia del estado brillaba por su ausencia, esta inoperancia para contrarrestar dichas acciones fue el pretexto para facilitar una respuesta irregular por parte de terratenientes en grandes regiones en complicidad con algunas autoridades y así surgiera el fenómeno paramilitar, un nuevo actor entra a sembrar el terror ya no solo combatiendo a las guerrillas sino atentando y desplazando a indefensas personas de sus tierras, para arrebatárselas y ponerlas en función de un despreciable invitado a esta historia, el narcotráfico y sus carteles, un lucrativo e ilegal negocio, que expresa su violencia y actuar criminal expandiendo sus tentáculos a nivel nacional e internacional.

En un estado que no garantiza los derechos mínimos en salud, educación, vivienda digna para sus habitantes, donde los responsables del erario despojan como filibusteros los presupuestos, esta desconexión de las minorías del país (gobernantes) con las mayorías del país (ciudadanos), no es más que el caldo de cultivo para el descontento social de las últimas semanas, reflejado en protestas pacíficas, actuaciones vandálicas, excesos de la fuerza pública, desinformación, entre otras muchas situaciones.

La nación ha soportado esta descarga de odio, de conspiraciones, tan solo han cambiado el nombre de los protagonistas, pero la obra se sigue presentando día tras día, donde las injusticias y la violencia se han engendrado y han dado nacimiento siglo tras siglo a actores violentos e indefensas victimas que continúan padeciendo y soportando transgresiones y atropellos.

Todo esto se ha padecido como nación, desde principios del siglo 19, gran parte del siglo 20, y en estos 21 años y críticos meses y días de este nuevo siglo.

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